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viernes, 21 de septiembre de 2012

Ondas oceánicas I

Figura 1

Todos los que hayan podido disfrutar de un rato al lado del mar se habrán dado cuenta que el agua se acerca y se retira de la orilla una y otra vez. Es fácil observar las olas, son esos bultos que hay en el agua y se van acercando hasta a la costa y rompen generando más o menos espuma. Pero quizá no es tan fácil comprender cómo se genera ese oleaje, qué lo causa y por qué rompen las olas de la manera que lo hacen. En la Figura 1 vemos una ola rompiendo, dejando en su interior un tubo hueco. Este tipo de rotura se llama de tipo plunging o de zambullida, y es la más vistosa, pero no la única ya que existen 4 tipos principales de rotura, y otros subtipos intermedios (de zambullida, colapsadas, refluentes y reventadas). Las explicaré en otra entrada.

martes, 18 de septiembre de 2012

Oceanografía. Agua de mar

Un elemento importantísimo en la oceanografía es el agua. Durante la formación de la Tierra, los elementos del magma se fueron distribuyendo según las densidades, con una desgasificación del manto, que echaba a la atmósfera distintos compuestos volátiles, incluído vapor de agua, cuando la Tierra se enfrió lo suficiente éste se condensó formando los océanos con un agua caliente y ácida hace unos 4000Ma. La acidez permitía arrancar los iones de las rocas terrestres, iones que aumentaban la salinidad.

viernes, 7 de septiembre de 2012

La mar salada

El otro día, alguien me preguntó por qué el mar era salado y los ríos no, no supe bien que contestar, pues decirle que la concentración de sales es mayor en el mar era como decirle que sin luz no ve.

De pequeña me contaron una leyenda sobre un molinillo mágico, esta fue mi primera explicación para el sabor salado del mar:

Hace mucho mucho tiempo, había en un pueblo de pescadores dos hermanos, el pequeño, Nico, era muy generoso y humilde, sólo pescaba lo que necesitaba para comer, tenía unas redes viejas y muchos días no conseguía pescar nada. Su hermano mayor, Bruno, era avaro, a costa de los demás consiguió hacerse rico y tener las mejores redes y los mejores barcos.

Un día, después de una larga temporada de pesca en alta mar, el pequeño volvía triste y hambriento a puerto, pues no había conseguido pescar gran cosa, así que decidió pedirle ayuda a su hermano, pero este le cerró la puerta en sus narices riéndose de él. Aún más hundido, el pequeño pescador regresaba para casa cuando un hombre muy mayor, con una larga barba blanca le dijo: "He visto lo que ha pasado, sé que eres un buen hombre y quiero ayudarte". En las manos llevaba un molino de café de madera con una bonita manivela dorada. Nico, incrédulo, miró al viejo y le dijo: "¿cómo puede ayudarme un molino de café, si no tengo ni dinero para comprarme los granos?". El hombre se rió y le dijo: "este molinillo es mágico, te diré su funcionamiento si me prometes que nunca nunca nunca se lo contarás a nadie, ¿hecho?". Y el chico, aún sin creer nada, aceptó.


El hombre le explicó: "si giras la manivela hacia la derecha y pides un deseo, el molinillo te lo concederá, y cuando quieras que para, sólo tienes que decir " 'gracias molinillo, ya es suficiente' y éste parará". Le enseñó el funcionamiento pidiendo caramelos de fresa y le dio el molino al pescador. Éste se lo agradeció y, a partir de entonces, le fue pidiendo al molinillo una casa, redes nuevas, un barco mejor... siempre, cuando tenía suficiente, hacía parar al molinillo.

Sus nuevas riquezas llegaron a oídos de su malvado hermano mayor, que fue corriendo a preguntarle cómo las había conseguido. Nico, recordando lo que el anciano le había dicho, no le contó nada.

Así pues, Bruno, comenzó a espiar a su hermano para descubrir cual era su secreto, y una noche, lo vio por la ventana cogiendo el molinillo: "molinillo, muele un poco de dinero para los pescadores que han perdido sus barcos en la tormenta". Al día siguiente, aprovechando un despiste de Nicolás, Bruno le cogió el molino y se fue corriendo, cogió su barco y se fue hacia tierras lejanas para poder disfrutar de sus riquezas.

Un día, a mitad de la travesía, el cocinero no tenía sal y el pescador cogió el molino y dijo: "Molinillo, muele un poco de sal". El molinillo comenzó a moler, cuando hubo suficiente, Bruno ordenó: "Molinillo deja de moler, para molinillo", pero el molinillo no paraba, Bruno no conocía las palabras que debía pronunciar, y el molino seguía y seguía, El avaro ladrón decía y repetía: "¡deja de moler, estúpido molino, para, no quiero más sal!" Pero el molino seguía y seguía y seguía.